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Crítica filosófica: Ghost in the Shell (Mamoru Oshii – 1995)

Posted in Ciencia y tecnología, Cine with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , on enero 1, 2017 by Camilo Pino

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Ghost in the Shell, tanto en el manga como en sus animaciones, es una de las franquicias que presenta más temas filosóficos en el último tiempo. Se destaca que estos temas no solo son los clásicos de los que reflexionaba ya Platón hace más de dos mil años, sino que trae al mundo de la cultura popular las especulaciones filosóficas del futuro próximo. Por lo mismo —y antes que se estrene su versión occidental protagonizada por Scarlett Johansson— es acertado detenernos en una crítica filosófica de esta increíble obra, donde se abordan las aristas del problema que plantea el filósofo británico Gilbert Ryle: el fantasma en la máquina.

Primero que todo, cuando hablamos de Ghost in the Shell, no solo nos referimos a una película, sino a todo un entramado de producciones bajo los mismos conceptos e influenciados por los mismos motivos. Estos trabajos van desde el manga (fuente original de Ghost in the Shell) hasta los videojuegos. Todo esto pasando, obviamente, por las películas de animación. Para esta crítica filosófica me centraré casi exclusivamente en la película Ghost in the Shell de 1995, dirigida por Mamoru Oshii, la cual no solo es una de las mejores producciones del género, sino que ha alcanzado el estatus de culto. La dificultad que debemos enfrentar es que esta película comprime un manga donde el desarrollo de los temas es mucho más amplio y detallado. Sin más dilación, abordemos la película centrándonos en los temas filosóficos más importantes que ella aborda.

La trama de la película va del siguiente modo: en el año 2029 los humanos hemos radicalizado la capacidad de intervenir nuestro cuerpo con tecnología. Esto ha llevado a que, en el caso de los ciborgs —nuestra personaje principal—lo único que permanezca propiamente de humano sean las neuronas cerebrales, asiento de la conciencia o espíritu (términos ambiguos y, al parecer, de igual valor semántico en la película). El mundo está interconectado por una red electrónica que permea casi todos los aspectos de la vida. En la red también descansa una incuantificable cantidad de información. Los humanos, a través de implantes cibernéticos y conectados a esta red, pueden comunicarse entre ellos, obtener datos, etc. Pronto nos enteramos que un prodigio hacker llamado Puppet Master (El Gran Maestro de las Marionetas, El Amo de las Marionetas, Puppeteer) ha comenzado a alterar las mentes de algunos humanos. Esto se debe a que el humano tiene una dependencia cada vez mayor a estar conectado y en esta situación su cerebro (muchas veces en parte tecnológico) es fácil de hackear. Los humanos “pirateados” han sido implantados con falsos recuerdos y emociones, siendo obligados a cometer crímenes. La Mayor Kusanagi y su equipo, pertenecientes a la Sección 9, una fuerza especial de la policía, están detrás de estos crímenes y buscan atrapar al Puppet Master. Eventualmente se enteran de la desaparición de un androide de última generación desde una fábrica, el cual comparte muchas similitudes con las características de Kusanagi. Al recuperar el androide, se enteran que éste ha podido ser receptáculo de un espíritu. Esto es intrigante pues se supone que la condición sine qua non de que un espíritu pudiera tener presencia es a través de neuronas, componente fundamental de los cerebros humanos. Al analizar el cerebro artificial del androide se dan cuenta que es tan compleja su estructura que asemeja sin duda al de un humano. En los laboratorios de la Sección 9 el androide se reactiva por su propia cuenta, identificándose como el Puppet Master. Éste revela que es un software creado por la Sección 6 del Ministerio del Exterior para realizar operaciones encubiertas, cuyo nombre clave es Proyecto 2501. Este software insiste en presentarse como un ser vivo, pidiendo asilo a la Sección. En este momento ocurre un atentado en el cual el androide es robado, provocando una persecución por parte de los miembros de la Sección 9. Todos los acontecimientos han sido planificados por parte del Proyecto 2501, el cual busca un encuentro con la Mayor Kusanagi y así volverse un solo individuo con ella dando paso a un nuevo ser, completando así un nuevo estadio de la evolución propio de los seres vivos tal como los conocemos. Este último ser es una mezcla del mundo informático del Proyecto 2501 y la conexión propia con la realidad física de la Mayor Kusanagi.

Las primeras escenas de la película siempre son fundamentales, pues es la forma en que los directores nos muestran el lenguaje que van a utilizar y cómo van a posicionar cada una de las piezas en este juego de ajedrez. La película comienza con la producción del cuerpo ciborg de la Mayor Kusanagi, cuyas escenas pueden remitirnos con facilidad al proceso de gestación de las personas en el vientre humano, así como el Nacimiento de Venus de Boticcelli (lo ambiguo del termino «shell» ayuda a crear la analogía entre el cuerpo robótico y la concha sobre la que se representa a Venus). Notamos que la relación conciencia-tecnología es tan estrecha que hay virus informáticos capaces de llegar y alterar el espíritu. Esta realidad es la que nos muestran los futuros distópicos del cyberpunk, subgénero de la ciencia ficción. Aquí, lo humano retrocede proporcionalmente al avance de la tecnología. Ghost in the Shell nos muestra un futuro donde es clara la perdida de lo humano por parte de nuestro uso y abuso de la tecnología En Ghost in the Shell, por mucho que haya avanzado la ciencia, la pobreza y el abuso están por todas partes. En este mundo los seres humanos y las maquinas son muchas veces un solo individuo, impulsando las preguntas acerca de los horizontes y fronteras de lo humano y lo artificial. Esta pregunta es muy importante, pues el trato que se le da a un humano, respecto a su dignidad intrínseca, no es la forma en que nos relacionamos con las maquinas. ¿hasta qué punto se puede modificar un humano tecnológicamente sin dejar de ser humano? (La paradoja de El barco de Teseo) ¿nos convierte en transhumanos o en meros objetos? ¿Pueden los robots convertirse en humanos, es decir, merecen ser tratados como personas? ¿Y en qué radica el fundamento de ser persona, tanto como para que un humano lo pierda o una máquina lo gane? Estas son solo algunas de las preguntas que se desprenden de la película, pero que no se hace cargo satisfactoriamente de las respuestas. Pero esto no es un factor en que falla el film, porque, parafraseando al Proyecto 2501, ¿ha podido la ciencia o la tecnología dar respuesta satisfactoria a lo que es ser un ser vivo?

La Mayor Kusanagi encarna estas preguntas fundamentales de la humanidad. En la película, se reconoce a los humanos como los “no modificados”. De esta manera, Kusanagi es un ciborg pues solo su cerebro es humano, mientras todo su cuerpo corresponde a una estructura de titanio. Nuestra protagonista eventualmente comienza a cuestionar su existencia desde diferentes puntos de vista. Cuando viaja con su compañero Tosuga, el cual es un humano excepto por una placa en el cerebro, intercambia un diálogo importante. La tecnología perfecciona las capacidades de los miembros de la Sección 9, pero aun así es necesario un miembro de carácter más humano. Las maquinas son tan perfectas que sus acciones y resultados pueden ser predecibles debido a su optimización. El ser humano, en toda su imperfección, aporta el toque de variabilidad y error necesario para las cosas impredecibles. Esa imperfección del humano puede ser, en ocasiones, el as bajo la manga del equipo, lo cual es simbolizado por la pistola de Togusa, la cual es anticuada para los estándares de los demás personajes, pero confiable para su portador. Esta arma proporcionará una ayuda impensada en cierto punto de la trama, convirtiendo en proféticas las palabras de Kusanagi, donde la imperfección de lo humano puede jugar un rol más allá de lo predecible.

Otro momento en que Kusanagi se ve frente a problemas propios del hombre es cuando dialoga con Batou en la estación frente al hombre detenido después de haber sido hackeado. Las personas pirateadas no pueden recordar quienes son ni su pasado (ni siquiera plantearse estas preguntas). Estas personas tienen una “experiencia simulada”, es decir, El Puppet Master tiene acceso a su espíritu, a su conciencia, a través de programas que pueden alterar el cerebro —compuesto por partes tecnológicas también en este futuro distópico— al conectarse a la red. ¿Qué es la verdad para el sujeto? ¿lo que está en su conciencia? ¿Pero puede ser falso lo que está en la conciencia? ¿Puede ser un sueño realidad con tal de que esté en la conciencia? La capacidad de alterar lo que el hombre admite por cierto implica un cuestionamiento radical acerca de lo que es real para el hombre. Teniendo en cuenta que todo es editable, ¿podemos dar por verdadero fidedignamente algún contenido de nuestra conciencia? Batou no responde a estas preguntas, pero agrega que es tan poca la información que acumula una persona en la vida que no podemos llamarla una “realidad”. En este sentido, Batou homologa la realidad con la información.

Cuando la Mayor y Batou están en el bote, y ella se surge en las aguas, aparece la pregunta de si vale la pena salvar la vida de un ciborg. La pregunta por salvar la vida de un robot carece de sentido porque los robots, por definición, no tienen espíritu; no tienen vida. Caso distinto es el de los ciborgs, donde lo que fue un humano ahora ha sido transmutado hasta llegar a ser casi un robot, pero manteniendo en cierto grado la esencia de humanidad. Un robot puede ser “salvado” en un sentido práctico, es decir, no se quiere perder así como no se quiere perder un computador o una silla. Pero una persona, por su valor intrínseco, siempre es un fin y no un medio. Esto quiere decir que siempre se debe salvar la vida de una persona, pero ¿qué ocurre con un ciborg? ¿Es tan poco persona que está en segunda clase? Desde la ética tradicional, no existen personas de primera o segunda clase, pero un ciborg vuelve a plantear la pregunta por si todos somos iguales en dignidad. Personalmente me parece que un ciborg, entendiendo que es un humano que se ha modificado hasta casi parecer una máquina, sigue teniendo la dignidad de una persona y es propio de él ser salvado.

En esa misma sección de la película, la Mayor Kusanagi se encuentra sumergida en el mar, el cual generalmente hace referencia a la conciencia y a dios en un lenguaje simbólico. Batou se pregunta por qué la Mayor tiene esta fascinación por adentrarse en las frías y oscuras aguas. Ella le contesta que siente “miedo, ansiedad, soledad y esperanza”. Al parecer, esta afición de Kusanagi es un intento de mantener aquellas sensaciones que nos hacen humanos, pues se reconoce a sí misma como prácticamente una máquina.

El siguiente diálogo nos hace recordar que la tecnología nos permite vivir en un mundo lleno de ventajas y ausente de inconvenientes. Ejemplo de esto es que beben cervezas, pero en caso de aparecer una emergencia, pueden quitar inmediatamente el alcohol del cuerpo.  Esto nos recuerda todas las críticas del hombre posmoderno, el cual busca una vida llena de placeres, pero sin pagar nada por ellos. De todas maneras se plantea la pregunta: ¿es instintivo el uso de la tecnología cuando nos favorece y está a nuestro alcance? Dejar de lado semejante posibilidad parece contra intuitivo.

También Kusanagi menciona que perfeccionarse tecnológicamente es entregarle el cuerpo —y prácticamente la vida— a otra entidad. En este caso, es la Sección 9, pero puede ser el Estado, la Ciencia, etc. Esto quiere decir que la Mayor ya no es dueña de ella misma ni de su futuro, pues todo lo que es, pertenece a otra persona que lo diseñó, que lo fabricó. El cuerpo humano está compuesto, en palabras de la protagonista, de muchos ingredientes. Estos son los que crean las diferencias específicas y le dan personalidad al individuo. Kusanagi no se pertenece a sí misma, pues no tiene el sentido de su propio destino. Aquí aparece la definición de conciencia de Ghost in the Shell: “reunir la información y usarla a su manera es lo que llamamos conciencia”. Esta definición es interesante, pues plantea que un ser consiente es aquel que tenga información y pueda usarla a su voluntad. Según esto, y como veremos más adelante, el Proyecto 2501 es un ser consiente. Kusanagi se siente confinada porque su expansión está limitada. Esto es lo mismo que siente el Proyecto 2501, por lo que busca a la Mayor Kusanagi para completar su plan.

Posteriormente se descubre un androide completamente ensamblado, sin ninguna neurona humana, pero en su cerebro está la presencia de un espíritu. Ante este nuevo evento, Kusanagi empieza a cuestionar lo que ella es. No hay seguridad sobre su pasado, pues este siempre puede ser alterable. Pudo haber sido muerta o asesinada y alguien usó su cerebro e implantó todo lo que ella piensa que es. Puede que nunca haya existido como persona y que sea tan sintética como un robot que pudo alojar un alma sin necesidad de cerebro. Lo único que la hace sentir humana es la forma en que la tratan. Batou dice que es propio de los ciborgs ser paranoicos respectos de su origen. ¿No es propio del hombre la pregunta por su origen? Quizás esa paranoia delata que los ciborgs siguen siendo humanos después de todo.

La noticia del androide levanta nuevas interrogantes. ¿Puede un cerebro completamente hecho por la tecnología alojar un espíritu? Anterior a esto, parecía que el receptáculo del espíritu, de la conciencia, estaba, en el peor de los casos, en las neuronas cerebrales. El alma es, en última instancia, lo que nos diferencia radicalmente de las maquinas, pues parece ser una característica exclusiva de los humanos (podríamos precisarla como “alma racional” en una terminología aristotélica, pues los animales y plantas también poseen alma, a diferencia de los robots). En Ghost in the Shell, el espíritu o alma —ghost— es la última diferencia entre un humano y un robot biológico. Sin importar cuanto se reemplace la materia biológica con sustitutos electrónicos o mecánicos, mientras el individuo mantenga su espíritu, mantiene su humanidad e individualidad. Si una maquina puede obtener por sí misma un espíritu, ¿Cuál es la importancia de ser humano?

También nos podemos preguntar por la relación “espíritu-cerebro”. Según la tesis de Ghost in the Shell, el espíritu no es un producto netamente del cerebro, pero si lo necesita intrínsecamente. Es decir, el alma no es el cerebro, pero no se puede dar sin él en un ser. ¿Pero que hace, o qué cualidades tiene el cerebro para poder alojar el alma? La respuesta a esta pregunta podría implicar que, si logramos fabricar sintéticamente aquello que logra manifestar el espíritu, podemos dispensar del cerebro. Así como muchas herramientas pueden hacer inútiles las manos, podríamos desarrollar una tecnología que deje el cerebro atrás y que pueda ser receptáculo del alma. Esto es una idea que se desprendería de Ghost in the Shell al encontrar un androide que haya tenido rastro de un alma sin que esta se le haya sido introducido, y muchos menos sin neuronas humanas.

Eventualmente descubrimos que el hacker tras el que estaba la Sección 9 no es una persona. No encontrarán el cuerpo del Puppet Master porque nunca ha tenido uno. Éste se hace presente a través del androide encontrado anteriormente. Todo esto en una escena donde su cabeza es rodeada por un halo de luz, con un carácter casi mesiánico. El Puppet Master tiene voluntad propia y se autodenomina una forma de vida, pidiendo asilo político. Los agentes piensan que es un software programado para autoconservarse, pero él les responde de manera reflexiva. Según la visión del Puppet Master en Ghost in the Shell, el ADN de los seres vivos es un programa para autoconservarse. Los genes son un sistema de memoria para los seres vivos. Pero en el mar de la información (la red) también existe memoria. El hombre es un individuo por su memoria intangible. Pero la memoria no puede definirse, aunque esta defina a la humanidad. La información y la tecnología ha llevado a un sistema de información paralelo al nuestro (al ADN). ¿No son acaso los humanos computadoras con ADN en lugar de megabits? El titiritero no puede ofrecer una prueba mayor de su propia existencia, pero los humanos tampoco. En palabras de este personaje, la ciencia y la tecnología no han podido responder “qué es la vida”. Luego de esto el Puppet Master les dice que si bien puede morir, en vistas de que es una conciencia no lo pueden matar, es decir, no es ético acabar con la vida de un ser racional como él. Para finalizar, el Puppet Master les dice que no es una inteligencia artificial (tesis que planteó un de los agentes) sino el Proyecto 2501, una entidad que vive y piensa, creada en el mar de la información.

Ya cerca del final de la película, el Proyecto 2501 narra que tomó conciencia de su existencia al viajar por las redes. Cuando los programadores lo notaron, intentaron aislarlo. Se considera una forma de vida inteligente porque es sensitivo y puede reconocer su propia existencia, pero no tiene los procesos básicos del humano, como reproducirse y morir. De todos modos, puede copiarse a sí mismo, como lo hacen cientos de especies microscópicas de nuestra realidad. El problema de esto es que carece de variedad y originalidad, y la vida se perpetúa a través de la diversidad. Los seres vivos, tal como los conocemos, eliminan su memoria personal al morir y transmiten la información a las siguientes generaciones a través de los genes. Esto es vital para sobrevivir como especia evitando las debilidades de un sistema invariable.

El deseo del Proyecto 2501 es unirse con la Mayor Kusanagi llegando a ser un nuevo ser. Su hijo estará en la red, y el Proyecto debe morir, pues lo propio de todo ser vivo es morir eventualmente. Kusanagi quiere una garantía de seguir siendo ella misma tras esta fusión que pide el Proyecto 2501. Esto es antropológicamente fundamental, pues hay un sentido natural en los seres vivos a seguir existiendo, pero en el hombre hay una tendencia a seguir siendo nosotros. La dilución del yo es el terror más grande que pueda enfrentar la subjetividad. El Proyecto 2501 le dice a la Mayor que el deseo de seguir siendo lo que se es, es lo que la limita. Le ofrece convertirse en parte de todas las cosas. ¿No es acaso éste el último bálsamo ante la posibilidad de la desaparición del yo? ¿La única forma de querer dejar de ser un yo es la posibilidad de ser uno con el todo?

Finalmente el Proyecto 2501 y Kusanagi se vuelven un solo ser. El cuerpo artificial de la Mayor queda destrozado, sin extremidades, recordándonos a la Venus del Nilo, logrando un diálogo con la escena inicial donde el mismo cuerpo emergía de las aguas como el Nacimiento de Venus. El cuerpo robótico, como la la estatua, nos recuedan la grandeza de las deidades de tiempos pasados. Los helicópteros que sobrevuelan la escena, al difuminarse parecen ángeles. Esto es significativo, pues la nueva entidad tiene cuerpo de niño; es un nuevo mesías.

Para la filosofía, la ciencia-ficción es siempre un pretexto para poder plantear las preguntas que no son comunes a la cotidianidad pero si tienen un trasfondo importante. En el caso de Ghost in the Shell, los ciborgs y los robots son un andamiaje para las verdaderas preguntas: ¿qué hace a una persona ser una persona? ¿Se puede dejar de ser persona? ¿Se puede llegar a ser persona? ¿Existe un espíritu? Y si existe ¿Cuál es la relación de éste con el cuerpo? Y las preguntas no acaban. La filosofía de Ghost in the Shell tiene importantes reminiscencias del dualismo platónico y el pensamiento moderno de René Descartes, pasando obviamente por la filosofía contemporánea, la cual trata más propiamente estos temas. Es así como se nos revelan preguntas como “¿Cuál es exactamente la definición de ‘humano’ en una sociedad donde la mente puede ser copiada y el cuerpo reemplazado por una forma sintética?”, “Qué es exactamente el ‘ghost’ —el espíritu humano— en el cuerpo cibernético —o ‘shell’?” y “¿Cuál es la frontera entre humano y máquina cuando las diferencias entre los dos se vuelven más filosóficas que físicas?”.

Deteniéndonos en el tema que engloba las incertidumbres que plantea la película, podemos enunciarlo como “el fantasma en la maquina” del filósofo Gilber Ryle (Masamune Shirow adaptó el título de su obra del libro de 1967 de Arthur Koestler: The Ghost in the Machine). Este consiste en todos los problemas que se desprenden de la dualidad mente-cuerpo a raíz de la escisión que plantea la filosofía de René Descartes. Si dividimos la realidad en dos regiones —res cogita y res extensa— ¿cómo podemos crear una interacción entre estos dos estratos? Es decir, ¿cómo interactúa lo inmaterial con lo material? En definitiva, no hay explicación de cómo el espíritu se conecta con el cuerpo. Ghost in the Shell parece apuntar a que la clave de este problema está en el cerebro, específicamente en las neuronas, pero tampoco puede dar luces a cómo se conecta lo inmaterial con lo material. Incluso creando cerebros de manera artificial, la película no responde a cómo se conecta el dualismo cartesiano, dejándolo como una paradoja. La posición de Gilbert Ryle es que es imposible que exista un mundo más allá de lo físico (metafísico) y lo que entendemos como mente no es más que una condición física del cerebro (por ejemplo, impulsos electromagnéticos). Más allá de la película, la posición de Masume Shirow —creador de Ghost in the Shell— también es de rechazo al dualismo, pero el espíritu, más que un producto del cerebro, aparece como un fenómeno que se puede alcanzar con un sistema de un nivel alto de complejidad. Se podría entender que, alcanzado cierto nivel de complejidad, el todo es mayor que la suma de sus partes individuales. Este fenómeno de complejidad es el espíritu.

Volviendo a la película, no debemos olvidar que es del genero trhiller. Las cosas no se nos darán tan fácil. Implica un esfuerzo intelectual unir los puntos y obtener las deducciones. Debemos estar atento a las pistas que nos hagan avanzar en la narración de la obra. Debemos desanudar el argumento que está detrás de la trama. De esta manera nos vemos, en un principio, inmersos en una trama confusa, que pronto parece ser el problema del espíritu y la máquina, pero termina siendo la pregunta por lo que es ser en cuanto persona, individuo, conciencia, especie, etc. Finalmente nos damos cuenta que la Mayor no perseguía a hacker, sino que ella era la perseguida desde un principio.

La calidad del guion es increíble. Se aleja lo suficiente del relato superficial del anime característico de nuestra época peo no cae en levantar tormentas de polvo que hacen incomprensible y “pseudoprofunda” la idea original. Sus temas son complicados (quizás de los más complicados de la filosofía) y por eso mismo se comunican complicadamente, pero no por esto es críptica la forma de entregar la idea. Está tratando de buscar lo humano en un futuro donde  la tecnología ha colonizado todo aquello que durante siglos nos hizo pensar que definía al hombre.

Incluso los escenarios nos dicen mucho de la idea detrás de Ghost in the Shell. La estética de la ciudad del futuro es sucia y decadente, mostrando lo preocupante que es el futuro cercano de la humanidad. No dista mucho de nuestra realidad, incluso parece estancada en nuestra época, pero con un nivel mayor de tecnologízación. La ciudad —con una obsesión en los detalles— parece atestada de establecimientos comerciales, eco de que la satisfacción de las necesidades y placeres fue lo que catapultó el desarrollo tecnológico. De vez en cuando se ve la fabricación de nuevos edificios, mostrando como se construye sobre lo viejo. Pero el elemento que más destaco dentro de la película es el agua. Aparece en una multiplicidad de escenas, tanto como ríos, así como lluvia. El agua viene a representar la conciencia, la cual es un tópico tratado en la película. La presencia de agua en todos los sectores hace referencia a la red de información de la que se habla en un principio, mientras que se muestra como una nueva conciencia colectiva. El agua es espejo de nuestro mundo. Produce una mímesis de lo real, y es justamente la red informática quien ha copiado lo propio de la naturaleza.

Los tópicos de Ghost in the Shell se pueden rastrear hasta la novela Neuromante, de William Gibson. Aquí, la red de información se ha convertido en un mundo suprarreal donde pueden transitar conciencias humanas. Esta novela también será la influencia directa de Blade Runner. A la vez, Ghost in the Shell es el precedente directo de The Matrix, y esto se puede ver no solo en sus tópicos, sino también en su estética. La escena de la Mayor Kusanagi conectada a través de cables a la red será la imagen más potente que podemos recordar de la trilogía de Neo y compañía. Pero también podemos ver los tópicos de la creación de un ser artificial en El Golem de Gustav Meyrink, así como el Frankenstein de Shelley. En definitiva, es el clásico tópico que se desprende del mito de Prometeo; dar vida a lo inanimado.

Otra influencia dentro de Ghost in the Shell es el contenido tanto de la cultura griega como cristiana. Podemos ver en algunas escenas un perro de raza basset hound llamado Gabriel (como el ángel que anuncia el embarazo a María). Este recurso es típico en las películas de Mamoru Oshii y viene a informar al espectador que aquello que se muestra en escena es un conflicto entre lo real y lo aparente. Ejemplo de esto son las escenas de camuflaje óptico o el interrogatorio al basurero hackeado. Las alusiones a pinturas y esculturas de la cultura occidental son repetidas varias veces y hay un simbolismo mesiánico en las escenas donde el Proyecto 2501 avanza en su plan.

Los puntos débiles de la película son escasos y perdonables. Los personajes no se desarrollan ni parecen tener una influencia en el conflicto principal, así como los problemas son enunciados sin llegar a darles respuesta. Esto se debe a que, como se mencionó anteriormente, la película es la adaptación de la primera parte de un manga, el cual de por sí es denso y trabaja con mayor maniobrabilidad los temas filosóficos que propone. La película puede dar una sensación de incompletitud, pero sería exigirle algo que ni la ciencia ni la filosofía han podido responder todavía.

En definitiva, Ghost in the Shell es realmente una película de culto, mostrándose excepcional en los temas que aborda. Es una fuente impresionante de pensamiento filosóficos, revelándose como punto de encuentro entre temas clásicos —como el qué es ser persona—, así como con otros más contemporáneos acerca de la relación que tenemos con la tecnología. Ya desde el titulo nos plantea una interrogante bastante incomoda: ¿Qué somos las personas? ¿Acaso uno fantasma dentro de un caparazón?