Archivo de enero, 2016

Conicyt y el panorama de la ciencia y tecnología en Chile

Posted in Ética y política, Ciencia y tecnología with tags , , , , on enero 22, 2016 by Camilo Pino

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Columna escrita para El Muro Digital el 11 de enero de 2016

El pasado 31 de octubre renunció el ingeniero Francisco Brieva, quien cargó con el puesto de presidente de la Comisión Nacional de Investigación de Ciencia y Tecnología (Conicyt) por trece meses a partir de septiembre del 2014, tras un año de ausencia de un presidente en la comisión. Llevaba seis meses sin sueldo. Seguidamente aparecieron en la prensa diversas sociedades de científicos bajo un mismo eslogan: “Nuestros gobiernos han elegido la ignorancia”. Incluso hubo una marcha “de los delantales blancos” frente a La Moneda, la cual se ganó un lugar en la prestigiosa revista Science and Nature. Bernabé Santelices, Premio Nacional de Ciencias Naturales y profesor emérito de las Pontificia Universidad Católica, sucedió en el cargo de presidente a Francisco Brieva. Presentó el 29 de diciembre su renuncia a la ministra de Educación, Adriana Delpiano.

Si bien Santelices asumió su rol de manera interina y ya se esperaba su renuncia, no le resta importancia a lo simbólico de la situación ni a las palabras con las que dejó su cargo. Para el profesor, el nuevo presidente debe tener respaldo político y debe ser alguien que pueda enfrentar los malos tratos y “los ninguneos” de ciertos funcionarios del gobierno. Esto recuerda lo que nos dice Max Weber al principio de La ciencia como profesión: que no son los más capacitados los que ascienden en la jerarquía administrativa de las instituciones, sino los más “políticos”, es decir, aquellos que más allá de la experticia en su materia saben jugar el juego acomodativo de la cooperación entre hombres. Pero Santelices también hace patente otra cosa: que el científico –como el filósofo– en orden de asegurar la posibilidad y libertad de su disciplina, muchas veces debe intervenir en la política. Es por esto mismo que la política siempre florece en tiempos de crisis.

En esta columna abordaré el panorama de la ciencia y la tecnología en Chile para luego mostrar la necesidad de éstas para un verdadero desarrollo del país.

                El panorama de la ciencia y tecnología en Chile

No me gusta recurrir a los números y estadísticas, pero Chile se mantiene en los últimos lugares en el informe de Ciencia y Tecnología de la OCDE. Desde un punto de vista presupuestario, invertimos menos del 0,5% del PGB a esta materia. Para que se haga una idea, Vietnam –que no es OCDE– invierte un 0,7 del PGB en ciencia y tecnología. No es peor porque en el periodo 2005-2010 el presupuesto de Conicyt se multiplicó 3,3 veces.

A la vez, Chile es el país de la OCDE que tiene menos personas dedicadas a la ciencia y la tecnología: dos de cada mil personas. El más alto es Israel con veinte científicos por cada mil personas. De esta manera, no hay suficientes científicos en Chile que se puedan hacer cargo de la investigación e innovación.

Aquí entramos al terreno de las paradojas: entre aportes de privados y del Estado, Chile es el cuarto país que más invierte en educación superior de la OCDE. ¿Cómo es posible que en ciencia y tecnología estemos entre los tres últimos? También estamos en el último lugar en población laboral con doctorado: sólo un 2%. Si bien la matrícula de la educación superior se ha multiplicado en las últimas décadas, no se ha conseguido que seamos una sociedad notablemente más inteligente.

Por último, los graduados en “ciencias duras” son tan sólo un 20% del total de graduados en todas las disciplinas universitarias. Quizás es entendible que el rol del científico –según ellos mismos– en Chile está minusvalorado respecto a las carreras “tradicionales” como abogacía e ingeniería que tantos alumnos desean cursar.

Pero la OCDE también nos mostró nuestros aspectos positivos en ciencia y tecnología. Tenemos el tercer lugar en acceso a publicaciones internacionales de la OCDE. Es decir que tenemos pocos científicos e investigadores, pero muy buenos.

Personalmente creo que el problema no radica sólo en la falta de políticas públicas o la baja inversión en ciencia y tecnología, sino también en el tipo de educación que estamos estructurando. Chile sigue siendo víctima del fantasma de la hiperespecificación de la modernidad. El pregrado con el magister suelen ser muy largos y rígidos, y pocas instituciones ponen énfasis en las habilidades blandas o la formación integral. Muchos sistemas universitarios extranjeros se han movido a pregrados más flexibles y postgrados específicos según lo que el alumno desee perfeccionar.

Pero todavía queda un factor complejo en el futuro de la ciencia y la tecnología en Chile: la reforma educacional. Si bien no es mucho el financiamiento de la ciencia en nuestro país, la mayor parte de él proviene de las universidades, específicamente del pago de matrículas y aranceles. ¿Cómo afectará la gratuidad universitaria al avance de la ciencia y la tecnología en el país? Por lo bajo no mejorará la situación. La ciencia y la tecnología comienzan con la formación académica y en la actualidad el debate es tan básico que no nos preguntamos por la calidad de la educación, sino que por su financiamiento. La reforma no contempla la calidad educativa, sino el hecho de no endeudarse. Claramente las políticas del gobierno en turno son acerca de “cuanto gastar” en lugar de “dónde invertir”. Ya en 1957 la agencia estatal estadounidense decía respecto a la inversión en ciencia y tecnología que “los retornos son tan cuantiosos que resulta prácticamente innecesario justificar o calcular la inversión realizada”. Pero recordemos lo que dice en su carta de renuncia Santelices a Michelle Bachelet: “lo que a ella le interesa es la gratuidad en la educación. Y, según explican los políticos, la gratuidad va a beneficiar a muchas familias que van a recordar quién les permitió eso. Esto les asegura las elecciones municipales y con eso aseguran la Presidencia. Ese es el dogma. Ese es el cálculo político». En el mejor de los casos, la educación para la Nueva Mayoría es meramente la certificación de un grado académico. Se perdió la idea del desarrollo de la persona y de la sociedad.

                ¿Por qué invertir en ciencia y tecnología en Chile?

Personalmente creo que esta pregunta carece de sentido. Crear conocimiento y buscar la sabiduría tiene un valor intrínseco además de ser la función propia de la razón del hombre. Pero esa reflexión es tarea de la filosofía y en el mundo moderno, cada vez más utilitarista, la pregunta sobre el “¿qué es?” ha sido reemplazada por el “¿para qué sirve?”. Por lo anterior, me veo en la necesidad de exponer algunas razones de por qué invertir en ciencia y tecnología en Chile, enfocándonos en el desarrollo económico y social, puede ser una fuente de solución a varios problemas que nos aquejan.

El desarrollo de un país no sólo es cuestión de inversión económica, sino también la necesidad de crear ciencia y tecnología que facilite ese desarrollo económico, a la vez que facilite el acceso a estos mismos avances a gran parte de la población, en especial a los más desfavorecidos. Ejemplo de esto podría ser el desarrollo de agriculturas en terrenos inhóspitos o el acceso a energías alternativas por parte de comunidades aisladas geográficamente.

Una buena forma de crear integración social en el empleo es aquella fundada en el conocimiento. Muchos trabajos en Chile se consiguen por contactos familiares o factores personales. Ser empleados del conocimiento no discrimina estatus social, género, raza o procedencia. Además una cultura de la meritocracia del conocimiento integra minorías sociales como los discapacitados, los cuales no suelen ser admitidos en trabajos de carácter industrial.

Un polo científico y tecnológico en una región del país genera a su alrededor una serie de empleos más calificados y mejor remunerados. Esto dirige mayores aportes fiscales a la región e incluso los ciudadanos no académicos tienen la posibilidad de acceder a nuevas opciones de empleo.

El desarrollo de la ciencia y la tecnología contribuye a la creación de más sociedad civil en lugar de burocracia. De esta manera aparecen más centros de estudios, instituciones y fundaciones con gran impacto en la sociedad. Junto a ellas se desarrollan nuevas dinámicas de relación entre las universidades, empresas, comunidades y ciudadanos.

La inversión en becas de pre y postgrado beneficia a los individuos más que a las instituciones. Esa es una verdadera fuente de justicia educacional, pues no se subsume al profesional a un tipo de institución definida por el Estado, sino que tiene libertad de avanzar en el conocimiento en cuanto a desarrollo personal sin discriminación del lugar que eligió para estudiar.

En definitiva, ¿para qué sirve invertir en ciencia y tecnología? Pues para que los chilenos vivamos mejor, no sólo en cuanto a lo material, sino que también en cuanto a lo personal, ya que no hay nada que nos perfeccione más que el conocimiento.