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Sobre Tecnología, Drones y las Nuevas Exigencias que Presentan a la Ética

Posted in Ética y política, Ciencia y tecnología with tags , , , , , , , , , , , on octubre 27, 2015 by Camilo Pino

Dron

Esta entrada se puede dividir en dos partes. La primera de ella es una reflexión filosófica sobre la ética y su capacidad de enfrentarse a eventos disruptivos y la segunda corresponde a una reflexión práctica sobre un asunto tecnológico en particular: los drones.

Suelo comentar que en el mundo actual el progreso de la técnica es mucho más acelerado que el de la sociedad. Con esto quiero decir que la tecnología avanza a una velocidad tan rápida que nos parece ver que el parámetro moral con la cual la juzgamos carece de validez pues ésta plantea preguntas que no se habían formulado antes. Pero en este caso quiero partir diferenciando dos terrenos que, para el común de las personas, parece ser el mismo: el de la ley y el de la ética. Entonces, si nos volvemos a plantear la pregunta sobre los nuevos avances de la tecnología y su juicio, veremos que claramente superan los procedimientos de la ley, pero no así los de la ética. Si bien la ley siempre se formula en cuanto a lo general, es muy común que la contingencia de la realidad lleve a replantearla o reformularla, incluso a eliminarla. Pero esta discapacidad de la ley para afrontar algunas tecnologías disruptivas no tiene su asidero en la ineficiencia de la ética, sino en lo contingente que es la legislación.

Los sistemas éticos, en cuanto sistemas de rigor filosófico, tienen lógica, coherencia, fundamentos, etc., los cuales le dan la capacidad de no encerrarse en ciertas circunstancias o momentos, sino de tener un carácter universal. Por lo anterior podemos inferir que un buen sistema ético tiene la capacidad de asimilar nuevos sucesos y ordenarlos a sus reflexiones. En este caso, los avances tecnológicos, por más rupturistas que sean, se siguen subsumiendo a un sistema ético aunque la ley les quede corta. A la vez, los sucesos disruptores, como el avance de la tecnología, nos ayudan a medir los sistemas éticos. Es decir, si un sistema ético no puede hacer frente a los avances de la tecnología o cualquier otra contingencia nueva, este sistema debe ser descartado o reconsiderado en virtud de algún otro que si pueda contener el nuevo suceso. Por lo anterior, cuando un nuevo suceso transgrede los límites de la ética, no es señal de que la ética es sólo una teoría ilusoria o de que todo es relativo, sino que ese sistema ético en particular era defectuoso.

Si bien son múltiples las formas en que se puede abordar un problema ético –dependiendo de la teoría ética que se esté usando, como el imperativo categórico en la kantiana o el objeto, fin y circunstancias en Santo Tomás- podemos hacer el ejercicio de analogar el nuevo suceso a alguno que ya haya sido abordado por la ética. Es decir, si existe algún acontecimiento anterior que tenga características similares al nuevo, podemos ocupar su discusión para echar luz sobre el juicio ético que podemos hacer, en este caso, sobre la tecnología. Por ejemplo, si un robot asesina civiles en una guerra, la responsabilidad moral caerá sobre quien lo manejaba o el que dio la orden de disparar, lo cual no es muy diferente con el abordaje de un tanque o un submarino que asesine civiles en una guerra. Podría objetarse que un robot, al no ser humano, no tiene una responsabilidad moral en este asunto, pero por analogía podemos entender al robot como un arma más, no muy diferente de una metralleta o un tanque controlado satelitalmente.

Pero también puede darse el caso hipotético de que aparezca un suceso tan disruptor que no pueda ser analogado con ningún otro precedente. Es muy difícil que llegara a aparecer un suceso así, y sería una reflexión pertinente a otra entrada del blog. De todas maneras existen otros criterios para evaluar moralmente los nuevos sucesos –que como ya dije, dependen de la teoría ética. Incluso en el hipotético caso de que este nuevo evento no se pudiera subsumir a ningún parámetro ético, no mostraría que la ética no existe o que todo es relativo, sino que ningún sistema ético hasta ahora es el adecuado y debemos trabajar en otro.

Ahora pasemos a la reflexión práctica, específicamente sobre los drones.

Cuando me refiero a drones en esta entrada, me centro específicamente en los que son de uso civil y han entrado fuertemente al mercado en el último tiempo. Recordemos que los drones se usan hace bastante tiempo por los gobiernos en misiones de carácter militar, por lo cual ya es una muestra de que no es una tecnología tan disruptora. El problema es que el uso militar de un dron merece un juicio con finalidades diferentes que el de uso particular, por lo cual dejaremos de lado a estos ancestros. El problema con los drones que tratamos en esta entrada es que pueden ser comprados por cualquier persona, son pequeños, pueden moverse con una libertad bastante grande por el cielo y suelen tener cámaras. Veremos de todos modos que la aplicación de un parámetro ético a estos “juguetes” es totalmente viable.

Primero que todo, aparece el problema de que la movilidad casi sin límites del dron podría provocar accidentes o terminar dañando a alguien. En este aspecto podríamos analogar el uso de un dron a los ya conocidos avioncitos a control remoto, es decir, caen en los mismo límites de su uso y cuidado con los demás. Si está la intención de dañar a alguna persona, no es muy diferente que hacerlo con una roca, o una metralleta. Obviamente no es lo mismo dañar a una persona con una roca que con una metralleta, y será diferente el agravante, pero para eso deberíamos remitirnos a la acción en particular. De la misma manera es analogable el hecho de que dañemos a alguien sin querer por el uso del dron. Por el tamaño y peso de algunos aviones de juguete a control remoto, su uso está normado según una ubicación. Será diferente el juicio si una persona sale accidentada dentro del terreno prudente de uso de un avión a control remoto como fuera de él, así como herir accidentalmente a una persona con un arma de fuego en la vía pública siendo que no se deben portar en ella. Vemos que, si bien este aspecto de la tecnología de los drones puede trasgredir la actual legislación (o la ausencia de ella), no por esto está sobre la ética.

El segundo aspecto es que las personas que usan un dron pueden -en potencia- violar la privacidad de otras personas. Si lo abordamos de una forma simplista, el violar la privacidad de una persona con un dron no es muy diferente a entrometernos en su hogar y observar lo que esa persona hace (suponiendo en los dos casos que no tenemos la autorización). Esto claramente es algo moralmente objetable. Pero el asunto no es tan transparente, pues en el caso de los drones la persona que comete la falta moral no está físicamente en el lugar, sino que ocupa su puesto un dron con cámara. Pero, independiente de la presencia física, no cambia la valuación moral del acto, porque de todas formas se está violando la privacidad de la otra persona. Pero este asunto puede ser más complejo porque en el ejemplo anterior se suponía que el dron, como la persona, usurpaba el espacio privado de otro. La capacidad de los drones para moverse en el aire puede llevar a la violación de la privacidad del espacio privado desde el espacio público. Por ejemplo, alguien puede observar la habitación de baño de una persona desde la vereda frente a la casa con unos binoculares así como un dron puede hacer lo mismo desde cualquier espacio público. Aquí empiezan a aparecer distintos matices pues el dron da la capacidad de abordar el “espionaje” desde muchos más ángulos que los posibles a una persona simplemente desde la vereda.

El último ejemplo comentado tampoco es demasiado novedoso como para no subsumirse en la ética. Podemos analogarlo con el hecho de poner cámaras secretas en algún poste en el espacio público cumpliendo una función similar. A la vez, los fotógrafos de espectáculo se caracterizan por tener equipos de cámaras con capacidades de acercamiento bastante poderosas y por llegar -e incluso pagar para poder acceder- a lugares donde puedan obtener una buena toma. Esta línea de reflexión implicaría entrar en el debate si aquello que se hace mediante el espionaje o el paparazzeo es moralmente aceptable o cuáles son sus límites éticos. Este tema obviamente aún no ha sido zanjado como sociedad, pero sigue siendo un ejemplo de que la tecnología, por muy disruptiva que sea, no transgrede los límites de la ética.

El debate anterior es para mostrar que, si bien es fácil analogar los nuevos eventos a los sistemas de ética, la ética en sí no es algo fácil. Para complicar un poco las cosas quiero dejar abierta la reflexión sobre otro tema propio de los drones y el avance de la tecnología: cada vez es más accesible a todos. Al final de cuentas el problema no son las nuevas capacidades que nos brinda la tecnología, sino la facilidad que tiene ésta para caer en las manos de cualquier en el mundo moderno.