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¿Los videojuegos también son arte?

Posted in Arte, Ciencia y tecnología, Filosofía with tags , , , , , , , , , , , , , , , on marzo 14, 2013 by Camilo Pino
Imagen In Game del juego Shadow of The Colossus

Imagen In Game de Shadow of The Colossus

Entre las múltiples cosas que me apasionan en la vida, seguramente los videojuegos están en uno de los primeros lugares. Con esto ya podrían empezar a hacer sus apuestas con respecto al resultado de esta entrada en el blog pero, como filósofo-en-proceso, es necesario que aclare los argumentos por los cuales afirmo que los videojuegos son arte.

Antes de todo, me parece que, en menor o mayor medida, la juventud actual (y un interesante porcentaje de los adultos) ya ha resuelto casi instintivamente que los videojuegos también son arte. ¿Entonces por qué escribo esta esta entrada? Básicamente por tres razones. La primera es porque esta entrada está enfocada en un público que no está familiarizado con los videojuegos por cualquiera de las múltiples razones que uno podría imaginar (edad, desinterés, vida ocupada, etc.). La segunda razón es porque, aunque muchos creemos que los videojuegos son arte, no podemos debatir contra aquellos que lo niegan con argumentos realmente convincentes. El tercer punto es porque me gusta escribir cosas (no hay más vueltas que darle a este punto).

La primera parada obligatoria para la apología de los videojuegos como arte es la pregunta de rigor: ¿qué es arte? Esta pregunta apunta directamente a la definición de arte. Si leyeron mi entrada anterior –¿Es necesaria una definición de arte?– notarán que es muy práctica para la humanidad una definición de arte, pero esto no implica que hayamos encontrado en estos últimos dos mil quinientos años de filosofía una que sea taxativamente absoluta y correcta. A la vez, decir que el arte es indefinible o que todo es relativo me suena a un sofisma y a filosofía barata. Como filósofo-en-proceso opto por tomar otra vía. El arte, como la ética, la política y otras disciplinas, no debe confundirse con las ciencias exactas donde obtenemos resultados estrictos e invariables. No por esto debemos de negarle un carácter disciplinario y técnico en su estudio y metodología, pues si no cualquier cosa sería arte (si esto le parece discutible, remítase a mi entrada anterior). Si tuviéramos una definición absoluta de lo que es arte podríamos responder a la pregunta de esta entrada con un sí o un no rápidamente, pero como no la tenemos, lo que cada uno piensa y opina que es arte sería su propio criterio para decir si un videojuego es arte o no, y esto sería terrible. Por suerte podemos seguir avanzando en este tema sin la necesidad de tener una definición de arte exacta y adecuada. Les recuerdo que en esta entrada no me dedico a reflexionar sobre si el arte es definible o no, ni mucho menos a intentar definirlo, sino a ver si los videojuegos son arte o no.

Aunque no pueda definir lo que es arte, es evidente que hay cosas que son arte en mayor o menor medida. La Gioconda o la Séptima Sinfonía de Beethoven son ejemplos paradigmáticos de un nivel de arte incuestionable. Asumiendo lo anterior, puedo usar la analogía para saber si algo es arte. Me explico. Si puedo demostrar que los videojuegos (o cualquier otra cosa que quiera proponer)  son análogos a algo que sea un referente de lo que es arte, podría afirmar que, en cierto grado, los videojuegos son arte. El problema de usar este método radica en que la analogía debe ser clara y relevante para poder afirmarla. Alguien podría decir «firmar un cheque es análogo a dibujar una obra de arte» pero esta analogía tendría más diferencia que relevancia. Ciertamente la analogía, al ser un método inductivo, ha recibido bastantes críticas y ataques en los últimos siglos -en especial de parte mía- pero sigo pensando que es un método valido para ciertas argumentaciones y en la dialéctica tradicional.

Ahora, para poder decir que los videojuegos son arte, debemos tener en mente que no me refiero a todos los videojuegos. Hace dos décadas atrás me hubiese visto receloso de afirmar que los videojuegos son arte, pero es patente la evolución que ha tenido esta industria a lo largo de los años. Cuando digo que un videojuego es arte no me refiero al clásico Tetris o al Pong de Atari, sino a títulos más contemporáneos como The Legend of Zelda o Metal Gear. Podrían criticarme el hecho de que divido los videojuegos de una forma que parece casi arbitraria pero debemos tener en cuenta que, por muy divertidos que sean, no llegan al piso mínimo para considerarlos arte así como tampoco hacer unos cuantos ruidos con el tambor alcanza el mínimo para ser considerado música o arte (ni siquiera mal arte).

Un argumento que se puede desprender, de cierto modo, del párrafo anterior en contra de la tesis de esta entrada es que los videojuegos no son arte porque no se pueden comparar con las grandes piezas de arte de la literatura, el cine, la música o la pintura. Evidentemente este contraargumento no hace más que perder el objetivo de la reflexión. Es obvio y claro que los videojuegos no han alcanzado las cimas de las grandes obras de arte, pero esto no implica ni demuestra que los videojuegos no sean arte. A lo más podría llegarse a afirmar que los videojuegos no han alcanzado el nivel para compararse con las más grandes obras de arte, que quizás algún día un título podría estar en ese lugar, pero por el momento todavía es algo demasiado lejano. Argumentar que algo no es arte porque no se compara a una gran obra es decir que los Rolling Stones o Pink Floyd no son música (arte)  porque no están al nivel de Beethoven o Mozart.

Siguiendo con el método analógico, podemos ver que los videojuegos están constituidos de partes que corresponden a expresiones artísticas aceptadas y establecidas a través de la historia. Lo que más caracteriza a los juegos es su parte gráfica, y esta puede ser comparada a la pintura, pero en mayor medida a las películas ya que generalmente los videojuegos no nos muestran una simple imagen, sino que gráficos en movimiento. Es aquí donde se puede encontrar un fundamento para mi postura de decir que, aunque los videojuegos son arte, no todos caen en esta categoría pues muchos de ellos no alcanzan los estándares mínimos para ser aceptados visualmente como arte. Aun así es claro que en estas generaciones los avances gráficos de las consolas permiten que cada vez más juegos desarrollen una exquisita visualización. Pero esta potencian de las consolas no se reduce tan solo a que los juegos se vean bien, sino que también a poder darle una mayor libertad al desarrollador para expresar emociones de manera visual, de dejar fluir su imaginación y creatividad y,  a la vez, atravesar ese margen que separa lo que es una mera imagen de lo que es arte de verdad (armonía, proporción, orden y mimética entre otras, junto con el placer que nos puede brindar). Un buen ejemplo del arte gráfico en los videojuegos está en The Last Guardian de los desarrolladores Team ICO, los mismos que crearon Shadow of The Colossus.
http://www.youtube.com/watch?v=EHzHoMT5eRg

El segundo elemento característico de los videojuegos que son arte es la música o banda sonora. Es evidente que la música también es arte, por lo tanto la banda sonora del videojuego cae en el concepto de arte. Obviamente muchísimos juegos, en especial los viejos, no tienen banda sonora o tan solo emiten efectos de sonido, por lo cual no podemos considerarlos arte. Sin embargo, en la actualidad muchas bandas sonoras son interpretadas por orquestas famosas como la sinfónica de Boston y son una parte importante de la experiencia estética del jugar. Un claro ejemplo de esto es la maravilla que ha hecho Kōji Kondō con la banda sonora de muchos juegos de Nintendo, en especial con la saga The Legend of Zelda.
http://www.youtube.com/watch?v=AKYn4ACAd7s

Otro ejemplo importante de lo que convierte a los videojuegos en arte es uno que muchas veces es ignorado por la gente ajena a estas aficiones: la narrativa o historia. Ciertamente no todos los juegos tienen una trama o historia, y muchos de ellos ni siquiera la necesitan, pero hay un género muy amplio que crea historias tan hermosas y complejas que en la actualidad han provocado que el mercado del cine las adapte a la pantalla grande, lugar antes reservado casi exclusivamente a la literatura tradicional. Las historias de algunos videojuegos son claramente mejores que las de muchas películas y es claro que el cine también es arte. Ejemplos de esto los tenemos en títulos como Metal Gear, Tales of Symphonia, Final Fantasy VII, The Legend of Zelda y muchos otros. ¡Es muy amplio y profundo el mundo de la narrativa en los videojuegos!

Después de haber mostrado los puntos analógicos que convierten a los videojuegos en arte, es preciso pasar a las principales críticas y contraargumentos ante lo que acabo de exponer. La primera crítica corresponde a una incorrección del razonamiento en sí, por la cual la deducción es inválida ya que las premisas no garantizan la verdad de esta. En este caso podrían decirme que cometí la falacia de composición (suponer que lo que es verdad en las partes también es verdad en el compuesto). Podrían criticarme que, aunque los videojuegos tienen partes artísticas, no necesariamente son arte. Un clásico ejemplo de esta falacia es «esta pieza de metal no puede romperse con un martillo. Por lo tanto, la máquina de la cual es parte no puede romperse con un martillo». El contraargumento atacaría diciendo analógicamente: si yo juego tenis, y en vez de usar raquetas uso famosos cuadros de arte, esto no convertirá en arte el jugar tenis.

En defensa de los videojuegos puedo decir que si uno crea un producto cuyas piezas son artísticas y lo forma coherentemente, con armonía, orden y proporción, sería improbable que el resultado de esto no fuera artístico. En este caso el todo es igual o superior a la simple sumatoria de sus partes. Con respecto a la analogía del tenis, en ese ejemplo la condición de arte de los cuadros no cumple una función dentro del juego, sino que son meros objetos para un fin (golpear la pelota). Si los componentes dentro de un videojuego cumplen el papel de arte, sería muy difícil que el videojuego no fuera arte también. Lo mismo ocurre en el cine al ser otro tipo de arte compuesto. Los elementos que componen la película son paradigmas de arte que se ordenan de un modo determinado para obtener una obra artística de otro género. Por otro lado, argumentar que los videojuegos no son arte por ser compuestos es, de cierto modo, argumentar que el cine no es arte y eso no tendría mucho sentido ya que el cine es ampliamente reconocido como el séptimo arte.

Ahora quiero prestarle un poco de ayuda a aquellos que dicen que los videojuegos no son arte. Teniendo en mente todos los argumentos anteriores, incluyendo la respuesta a la falacia de composición, todavía podríamos decir que, aunque los videojuegos se componen de piezas artísticas, podrían no ser arte. Seguir argumentando por esta línea no tiene mucho futuro o posibilidad a menos que, por una extraña y caprichosa razón, la naturaleza de los juegos haga inviable que estos componentes artísticos formen un compuesto artístico. Pero debemos estar atentos porque la idea no es tan descabellada como parece.

La característica principal de los videojuegos es obvia: se juegan. Por otra parte, en los otros tipos de arte, más que ser partícipes de ellos, somos espectadores y experimentadores. Tanto en la pintura como en la música ocupamos una posición un tanto pasiva con respecto al producto artístico. Los artistas crean un objeto, un producto artístico, y nosotros lo recibimos. En los videojuegos, en cambio, recibimos datos en primera instancia que son «arte en potencia». Pero a la vez el producto artístico parece no estar terminado. La naturaleza de los videojuegos implica que nosotros completemos la experiencia. Además en todo tipo de arte también somos experimentadores, aunque sea tan solo en un grado emocional.

Por la razón anterior alguien podría argumentar que los videojuegos no son arte porque tienen un carácter interactivo. Este obstáculo es muy simple de superar a través de una cierta reductio ad absurdum. Lo único que tenemos que hacer es encontrar un paradigma de arte que sea interactivo para poder decir que, aunque los videojuegos se jueguen, son arte. Es muy fácil de encontrar ejemplos de lo anterior en el arte contemporáneo como los móviles de Alexander Calder o en el concepto de obra abierta de Umberto Eco donde la obra de arte está parcialmente terminada y el espectador la culmina convirtiéndose también en artista de cierto modo.

Ya estamos llegando al final de la entrada pero me parece necesario revisar un contra argumento endeble pero que apunta a la única debilidad que se podría encontrar al afirmar que los videojuegos son arte.

Una vez que se ha llegado a ver que las partes que componen un videojuego lo direccionan a convertirse en una obra de arte, y no habiendo una manera de contraargumentar esto de manera categórica, solo queda para atacar la tesis que sostengo la posibilidad de encontrar «algo»,  una «parte» muy íntima de la naturaleza de los videojuegos (para diferenciarla de la similar naturaleza del cine) que impida que estos se conviertan en arte. Hasta ahora solo he encontrado dos objeciones. La primera corresponde a las reglas de los juegos que parecerían ir contra lo que es la naturaleza del arte. Asumir lo anterior es un error ya que el arte también tiene reglas. Las sinfonías de Beethoven están sujetas a reglas matemáticas así como el arte de la retórica está sujeto a la lógica (pueden remitirse al concepto de logos en la Retórica de Aristóteles). La segunda objeción corresponde a la finalidad del juego que es, de cierto modo, ganar, siendo que la finalidad del arte no implica vencer a alguien. Asumir lo anterior es un reduccionismo errado pues no todos los juegos radican en ganar o perder. Por ejemplo, en The Nerverhood solo existe una forma en que el personaje puede morir, y esta está señalada con un letrero al lado de un agujero. Han cambiado mucho los tiempos desde que los juegos solo consistían en juntar puntos o vivir o morir. En la actualidad la experiencia del jugar y su finalidad tienen un carácter muy amplio y complejo. Finalmente, que un juego tenga una finalidad no excluye que también sea una obra de arte, sino que,  al contrario, influye netamente en la experiencia artística y estética del mismo.

Para finalizar les recuerdo que, a mi juicio, la única forma de argumentar válidamente que los videojuegos no son arte es encontrando ese «algo», esa «parte» inherente a la naturaleza de los videojuegos que les impida y excluya de convertirse en una obra de arte. Con esto no me cierro a la posibilidad de que exista, pero hasta ahora no he encontrado a nadie -ni yo- que haya podido descubrirla. Como soy un filósofo-en-proceso, me sentiría gustoso de que alguien la encuentre para poder debatirla, pero me parece que ya se ha hecho un gran esfuerzo en pasar lista por todas las partes que componen un videojuego y no se le ha hallado.

Ciertamente no todos los videojuegos son arte, así como no todos los sonidos son música, pero esto no significa que por el mero hecho de ser un videojuego no sea arte.

¿Es valida la criptozoología como una ciencia o disciplina seria?

Posted in Ciencia y tecnología with tags , , , , , , , , on septiembre 11, 2012 by Camilo Pino

Durante este último tiempo me he dado cuenta de que me gustan los animales más de lo que creía. No soy un acérrimo seguidor de Green Peace o un Dog Lover pero ciertamente tengo un aprecio por ellos algo mayor a la media. Por otro lado, existen muchas otras cosas que me gustan, entre ellas los mitos, las leyendas, los cuentos, el folklore, etc. Podemos poner estos dos últimos puntos en común gracias a las cientos de historias de animales fabulosos que están en toda la mitología universal. Tan solo en Chile tenemos una cantidad enorme de estos animales maravillosos, como es el caso del Alicanto, el Camahueto, el Cuero, etc. Estas historias están ligadas evidentemente al ámbito de lo folklórico y antropológico pues es evidente a nuestro intelecto de que son cuentos y nada más, por lo cual las investigaciones de estos temas deben residir en las materias ya antes citadas. Aun así, entre los animales reales y los de fantasía, queda un grupo que han desafiado las mentes de los zoólogos, tanto para probar o refutar sus existencias. El Monstruo del lago Ness, el Yeti del Himalaya, el Roc de Australia entre muchos otros son claros ejemplos de estos seres que, si bien pueden (ya) no existir, siguen siendo objetos de estudios, no de los antropólogos, sino de un grupo reducido de zoólogos y aficionados a estos temas: los criptozoólogos.

En esta entrada del blog no pretendo mostrar la veracidad de la criptozoología, ni mucho menos probar la existencia de estos animales, sino que quiero argumentar a favor de que la criptozoología sea aceptada como otro tipo de estudio más sobre las cosas de este mundo, tan o más valido como muchos otros, y que no se vea como lo que dice la mayor parte de la gente: una estupidez que busca animales que no existen basados en cuentos de hadas.

Primero que todo, si una persona realmente se considera un criptizoólogo, y a la vez piensa que esta es una ciencia, no puede aceptar a pies juntillas cualquier historia de animales míticos. Los animales míticos son materias para los mitólogos y es por esto que no se veráa un criptizoólogo -que se digne de tal- buscando al minotauro o a un centauro. El criptizoólogo no debe partir de la base de que un animal de una historia existe, sino que su punto de partida debe ser el hecho de tomarse muy en serio la posibilidad de su existencia. Es casi intuitivo el hecho de que no existe un animal mitad hombre, mitad cabra (un fauno), asíque este no es el objeto de estudio de un criptizoólogo, en cambio sí se puede dar la posibilidad de que exista un homínido como Pie Grande o el Hombre de las Nieves sin que contradiga la lógica. Por esta misma razón debemos comprender que todo el estudio criptozoológico debe ser desde un punto de vista científico y por expertos en la materia.

Se puede entonces entender que la criptozoología no debe considerar a un animal como mitológico si es que hay al menos una evidencia sobre su existencia. De los faunos no tenemos más registros que los mitos griegos, y no dejan de ser más que eso: mitos. Por otra parte, sin validar o descartar su existencia, tenemos a Pie Grande del cual hay diversos registros, tanto fotográficos como pisadas en moldes de yeso y otros elementos (suponiendo que estos registros fueran verdaderos). Cuando nos encontramos con que un animal puede ser posible en el mundo real y no un mito, tenemos un montón de pros y contras los cuales se deben abordar científicamente antes de dar una opinión. Por un lado debemos plantearnos cómo pueden evadir estos animales a los naturalistas y a los zoólogos durante tanto tiempo, en especial en estos siglos con los avances técnicos; este es un punto muy en contra de la posibilidad de sus existencias. También los reportes siempre hablan de animales solitarios y nunca manadas, las cuales serían fáciles de encontrar. Si el animal no tiene una manda o un grupo, sus posibilidades de sobrevivir son mínimas, sumándole a eso la endogamia y la reducida reproducción. A la vez, si es que estos animales existen, no tenemos registros de sus cuerpos al morir o asentamientos como nidos o guaridas. Por otro lado tenemos precedentes de la posibilidad de que existan estas especies pues no rayan en lo irracional. El Yeti como Pie Grande parecen grandes homínidos, los cuales una vez habitaron los parajes donde se dice que aparecen; el Monstruo del lago Ness se describe como un plesiosauro y los monstruos de las campiñas inglesas parecen grandes felinos.  En el mundo de la zoología se encuentran nuevas especies constantemente, en especial entre los insectos y en los océanos inexplorados, a la vez que se redescubren especies que alguna vez se creyeron extintas como el celacanto, por lo cual es altamente posible que puedan encontrarse seres más cercanos a los mamíferos. También podríamos no encontrarlos fácilmente pues podrían ser seres inteligentes que se ocultan de nosotros (no es necesario ser un genio para esconderse).

Muchas filosofías, como la platónica o derechamente la metafísica aquiniana, plantean reflexiones y dedican incontables hojas a entidades que van más allá de los sentidos; entidades metafísicas. Estas entidades, digámosles ángeles, ideas, etc., son abordadas como temas académicos de suma importancia, y por ningún motivo son consideradas como simple superchería o cuentos de hadas. Si el estudio y la reflexión de estas entidades es bien visto y validado por una gran parte de los intelectuales de los últimos milenios ¿cómo no tomar como serio un estudio de seres no abstractos, sino inherentemente físicos como los que aborda la criptozoología? No intento decir que las ideas de platón o los ángeles sean reales, sino que cualquier intelectual o ávido pensador no desestimaría de antemano el estudio de estas entidades, al contrario, las abordaría teniendo en cuenta la posibilidad de sus existencias. Pero no debemos renegarnos solo al mundo de la filosofía pues desde las ciencias como la física, entidades como la materia oscura, la teoría de las cuerdas, la antimateria, agujeros de gusano o hasta los mismos universos paralelos son estudiados como suculentas hipótesis sin asidero tangible (por ahora) por una bastedad de científicos mientras que se desestima el estudio de las criaturas criptozoológicas, siendo que estas tienen una posibilidad de existir mucho mayor empíricamente hablando. Podría decirse que es igual de valido -o incluso más- la reflexión y el estudio científico de seres como el Chupacabras, el Monstruo del Lago Ness o incluso la vida inteligente más allá de nuestro planeta, siendo que abordamos tan profusamente a entidades que van más allá de nuestros sentidos y que no podemos ni validarlas ni descartarlas de manera científica.

En mi humilde opinión, me parece que estos animales no existen, pero hay suficientes evidencias como para investigar metódicamente todos estos casos y extraños fenómenos, siempre y cuando sea de manera científica y por profesionales, no simples fans de la ciencia ficción. Por esta misma razón considero que la criptozoología es una disciplina totalmente valida desde el punto de vista científico, y descartar de antemano los esfuerzos que están haciendo ciertos estudiosos en este tema sería un acto de poca humildad intelectual y una negación a priori a algo que podría ser una realidad.