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La actitud de los dioses, el destino y el libre albedrío en La Grecia antigua

Posted in Arte, Filosofía with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on septiembre 17, 2013 by Camilo Pino

moirasLas Moiras, tejedoras del destino

Nota: Este mini ensayo lo escribí el año 2010, en mi primer año en la universidad. Antes de subirlo como una entrada al blog le agregué unas correcciones hechas por uno de mis profesores y uno que otro cambio en la puntuación. Espero lo disfruten tanto como yo cuando lo escribí.

Una de las cosas más complicadas en la religión griega es, a mi juicio,  la relación entre lo humano y lo divino, y por ende no es nada simple de explicar. Pese a que los dioses eran poderosos e inmortales, no estaban exentos al cuestionamiento de los humanos. Los antiguos griegos frecuentemente criticaban el comportamiento inmoral de los dioses. Ellos podían actuar con grandes excesos, tenían sus pasiones y podían cometer errores pero los mortales tenían que respetar sus límites y esa es la gran diferencia que existe entre lo humano y lo divino. Los dioses podían hacer lo que les placiera, lo que su voluntad quisiera, mientras que los humanos tenían que frenar y dominar sus deseos y pasiones. Los dioses y diosas griegos se vuelven así una imagen de lo que podría resultar de una pasión mortal, de lo que implicaría si los humanos traspasaran sus límites.

Podríamos pensar en la crítica a los dioses como un tipo de blasfemia pero, por el contrario para los griegos, reforzaba la noción de que ellos existían.

Superiores a los humanos sobre los que ejercían dominio, estos dioses eran, sin embargo, objetos de las mismas pasiones, fallas y debilidades que los mortales. Conocían el amor, la tragedia, la desesperanza y la amargura. Eran vulnerables a las enfermedades y a las heridas pero, por contraparte, eran inmortales y sanaban asombrosamente rápido. Debe quedar claro que estos no eran “súper hombres” sino dioses, por lo cual tenían diferencias muy grandes con respecto a nosotros. Obviamente no morían y tenían inmensos atributos de fuerza y conocimiento, pero aun así tenían forma de humanos. ¿Es el antropocentrismo algo típico de las civilizaciones antiguas? Pues no lo es. En Egipto las divinidades siempre eran mezclas de humanos y bestias así como en Mesopotamia eran muy imperantes las figuras de dragones y otros animales como dioses. El aspecto de los dioses griegos se debe al tremendo orgullo que tenían de la forma humana. Los griegos tenían un muy alto concepto de la perfección del hombre, tanto intelectual como físicamente y, siendo los dioses lo más perfecto que había, estos no podrían tener otra forma que no sea la del humano. Es aquí donde las personas se proyectan en los dioses en una especie de fantasía para superar las debilidades que nos hacen ser lo que somos.

Volviendo a la cuestión sobre las pasiones de los dioses -y recordando los múltiples engaños lujuriosos que Zeus cometió-, la noción de que los dioses no son muchas veces éticos ni tampoco honestos es algo que tiene sentido si reflexionamos un momento sobre ello. Durante muchos siglos, quizá hasta cuando los poemas homéricos fueron finalmente escritos, los griegos se sentían muy cómodos con estas concepciones. Tenía mucho sentido porque si los dioses eran como humanos pero obviamente más fuertes, más poderosos e inmortales nunca tendrían que responder por las repercusiones de sus actos. Los hombres, en cambio, sí. Nosotros somos los que llevamos la carga de actuar éticamente y pensar en las consecuencias de nuestras acciones; los actos responsables recaen en los seres humanos, no en los dioses.

Aun así habían algunas cosas a las que los dioses estaban supeditados y una de ellas era el destino, tema muy interesante en todas las cosmogonías indoeuropeas. El mejor ejemplo del que se puede partir es la tragedia de Edipo Rey, escrita por Sófocles. Como todos sabemos, este “héroe” trágico mató a su padre, se casó con su madre y, habiendo cumplido su terrible destino, se cegó a sí mismo en búsqueda de la redención. Esta inmortal historia trata un tema importantísimo en el mundo griego: la relación del padre y del hijo. Este tópico está desde la misma creación del cosmos donde, en algún momento, Zeus castra y destrona al titán Cronos, su padre, convirtiéndose en el rey del panteón. También tenemos la historia de Hefestos y Zeus entre muchas otras que no tocaré en este escrito pero, dando una pequeña luz al interesado lector, debo decir que en mi opinión tiene las bases en el antiguo sistema de heredad de las tierras cultivables en la sociedad helénica.

De la historia de Edipo se desprende una gran interrogante: ¿Está predestinada la vida de los humanos o tenemos un libre albedrío? Es totalmente indeterminable la razón del por qué Edipo tuvo tan fatídico destino pero, en la obra, este héroe se entera de que no es hijo del rey de Corintos y piensa “soy un hijo del azar”. Nuestra primera reflexión es responder lo que es el azar. Boecio, en el quinto libro de la Consolación de la Filosofía dice por boca de una entidad divina llamada Filosofía lo siguiente: “Si por azar se entiende un acontecimiento o serie de ellos que sobrevengan de modo accidental, fuera del encadenamiento natural de las causas, es preciso afirmar que el azar no existe; y que esa palabra, al no designar nada, carece de sentido; porque si todas las cosas suceden conforme a un orden establecido por Dios, ¿qué lugar queda para lo fortuito y lo imprevisto?” Lo que quiere decir aquí Boecio es que si definimos azar como un hecho sin causas, entonces el azar no existe pues, obviamente todas las cosas tienen una causa que las precede y nada sale de la nada. Por lo tanto, definiremos el azar como lo hizo Aristóteles: “Siempre que realizándose una acción con un designio cualquiera, sucede por ciertas razones algo diferente de lo previsto, se habla de azar; por ejemplo, si uno al remover la tierra para cultivarla encontrare enterrada una vasija llena de monedas de oro”. Aquí tenemos que el azar es un hecho fortuito, porque el hombre que araba la tierra nunca tuvo la intención de encontrar el oro, pero independiente de eso araba la tierra (causa), mientras que, en algún momento pasado alguien enterró el oro (causa) aunque nunca tuvo como finalidad que el arador lo encontrara.

Edipo entiende el “ser hijo del azar” como algo casual, de la misma forma que lo dijo Aristóteles siglos después ya que la filosofía no puede menos que explicar las cosas teniendo como contrapunto la relación con la realidad. Se hace notar que la contingencia del nacimiento de Edipo no puede ser menos que la muestra de que no hay un plan, pero para el final de la tragedia se da cuenta de que todo lo que él ha hecho encaja en uno (un plan) y que si él es hijo del azar, este azar no ha hecho menos que estar intrínsecamente ligado con el destino. Es decir, no hay hechos ni acciones contingente ni innecesarios: todos son por necesidad parte del gran plan del destino y por ende, no existe el libre albedrío para el hombre… o esto es lo que podemos creer.

Boecio trata de sutil forma este tema pero no es lo que me compete en este texto, sino ver cómo era la forma en que los griegos antiguos enfrentaban este problema. Edipo, un hombre como todos nosotros, toma decisiones, elije caminos y, como es dotado de razón, tiene la facultad de diferenciar entre lo bueno y lo malo y, por ende, el de escoger su trayecto y hacerse responsable de sus acciones. Cuando se enteró que mataría a su padre y se casaría con su madre huyó del hogar, sin saber que era adoptado y como ya todos sabemos, se encuentra con su padre en el camino, lo asesina y se casa con su madre en la ciudad. Debemos tener presente que él escogió irse de su hogar y que cometió algo terrible, pero no lo hizo tratando de hacer el mal, por lo cual ya vemos ciertos rasgos de libre albedrío y razón. Lo importante es notar que el destino no hizo que él cometiera este crimen.

El tema del destino y del libre albedrío de una persona fue una cuestión tan importante para los griegos que divinidades vinieron a personificar, en forma de tres diosas (al igual que las Nornas del norte de Europa) estos pensamientos. Si tomamos como referencia la poesía de Homero veremos dos caminos diferentes para presentar este asunto. En el primero tenemos a las diosas Cloto, Láquesis y Átropos cuyos nombres significan “La Tejedora, La Que Reparte y La Que No Regresa” en el mismo orden. Ellas tejen una trama para la vida de cada persona justo en el momento en que nace y determinan cuando va a morir. En la segunda línea homérica –y debo decir que es una de la que más me ha interesado y complicado conciliar- está la concepción de que incluso los dioses se doblegan ante el Destino. Al parecer este no es un dios superior a ellos sino algo así como una fuerza inexorable, como lo son para nosotros las cuatro fuerzas fundamentales del universo (interacción nuclear fuerte, interacción nuclear débil, interacción electromagnética e interacción gravitatoria). Es algo difícil esclarecer esta concepción y puede ser tratada a mayor profundidad bajo la luz de los Edda de la mitología nórdica, pero para el presente caso no tiene más sentido el seguir reflexionando sobre ellas, así que es mejor dejarlo así por ahora.

Volviendo a Edipo y al tema del destino en él, nos enfrentamos a nuevas preguntas: ¿estaba destinado a matar a su padre y casarse con su madre? La respuesta es sí, pero lo importante es saber qué significa esto: ¿quiere decir que no tenía un libre albedrío? Ahora la respuesta es no, pero ciertamente era algo que iba a suceder…

Ya hemos notado la complicada visión de los griegos sobre el destino y de cómo funciona el mundo incluyendo a sus dioses. Estos dioses controlan las vidas de los humanos o por lo menos tienen incidencia directa en ellas, pero los humanos tienen la capacidad de controlar sus propios destinos individuales y decidir la mayor parte de las acciones. Tenemos aquí una interesante contraposición y ambigüedad en la relación de lo que es controlado por los dioses y lo que es controlado por los humanos, pero no es algo referente a una inconsistencia o insuficiencia en el trabajo filosófico de estas posiciones. Al contrario, este es el punto al que querían llegar estos maestros del saber: que no existían garantías en la vida. ¿Qué sentido tendría rendirles culto a los dioses si el destino es incapaz de ser modificado? ¿Cuál es el sentido de la oración y la esperanza, esta última encerrada en la Caja de Pandora, si desde un principio nuestro destino y cada acción está planeado? Los dioses necesitan la libertad de los hombres para así ser adorados.

Para vislumbrar completamente la idea y dar por terminada la reflexión, se me hace imposible no hablar sobre el famosísimo Oráculo de Delfos, también conocido como Oráculo de Apolo. Este oráculo proporcionaba claves para aquellos que querían echar una mirada al futuro y era consultado por personas que venían de todas partes del mundo antiguo, en especial por casos de política y de estado. El oráculo consistía, grosso modo, en la pythia, sacerdotisa de Apolo, quien entregaba un mensaje el cual era descifrado (o traducido) por los sacerdotes, pero no dejaba de ser algo críptico y difícil de comprender. Uno de los relatos más conocidos (aparte del típico ejemplo para usar comas “iras y volverás…”) es el de un poderoso rey que le pregunta si debe ir a la guerra o no. El oráculo le responde: “Si vas a la guerra destruirás un gran reino”. El rey fue a la guerra y fue su propio reino el que sucumbió; no interpreto el mensaje correctamente. El oráculo siempre respondía con otra pregunta, con un acertijo o algo que adivinar. La gente toma muchas decisiones en su vida y en cualquier momento podía ir al oráculo de Delfos y preguntar acerca del futuro. No puedo encontrar mejor ejemplo que el de la profesora del Union College, Christina Sorum: “Podían oír al oráculo decir: ´cuídate del mar porque este te matará´ y pasar toda la vida evitando el mar para no morir. Entonces un día, en un acuario, un tanque explotaba, y la persona moría ahogada en el agua de mar, en esta agua salada del acuario, algo así de sensible. ¿El destino hizo que esto pasara? No, era que Dios conocía el futuro y podía decir que eso sucedería”.